Twilight
Bella Swan es una chica que se acaba de mudar a la casa de su padre en Fork, una ciudad pequeña en donde casi nunca le ve el sol. En su nueva escuela se topa con una familia de jóvenes peculiares, y cuando uno de ellos, Edward Cullen, siente curiosidad por la nueva presencia de la chica, la verdad sobre la naturaleza del grupo sale a la luz: vampiros.
La joven Bella Swan (Kristen Stewart) siempre fue una chica muy diferente ya en sus años de niña en Phoenix. Cuando su madre se volvió a casar, la mandó a vivir con su padre a la pequeña y lluviosa ciudad de Forks, Washington, una población sin ningún aliciente para Bella. Pero entonces conoce en el instituto al misterioso y atractivo Edward Cullen (Robert Pattinson), un joven distinto a los demás que esconde un secreto.
Y por último la parejita, ellos dos, que dan el tipo: Bella y el bello, la niña mona desganada y el guapo misterioso. Con sus nombres tan chulos. Bella Swann y Edward Cullen. Él es malo, pero está tan bueno que encandila a las niñas, que acostumbradas a la perfección de los Jonas y los Efron descubren aquí la atracción por lo inquietante, la palpitación ante lo prohibido. Y ella soy "yo", la prota con voz en off pero también la cliente ideal, la que ha pagado la entrada y la que se sabe el libro de pe a Pattinson. La pena, lástima, es que en "Twilight" la mitad del tiempo entre ellos sólo hay 'miraditas', y cuando empiezan a hablar deseas que nunca hubieran abierto la boca. Es lo que tiene el febril amor de juventud, la devoción incontrolada al guapo de la clase o a la peli de Hardwicke, que para cierta edad está muy bien, que hay miradas del inmortal que matan, pero luego creces, y ya se sabe que la adolescencia es una enfermedad que se cura con la edad. Tranquilas: habrá otros colmillos ante los que dejarse tentar o caer rendidas. También con nombres sonoros, como George Clooney, Liberty Valance o Louis Vuitton. Y de algunas tentaciones recordad: la cultura cura.
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